No se que me pasa, pero mi mente y mis manos me están amenazando con el divorcio desde hace un tiempo y eso me tiene preocupado. He tratado de explicarles que son una pareja necesaria, que tienen que aprender a resolver su distancia con paciencia y con ganas. Que el sexo (o la autosatisfacción) no lo es todo y que escribir por ejemplo es una bonita manera de desahogarse, de ejercitar ambas y bajar esa grasa social que se forma cuando te acostumbras a no decir lo que piensas. Pero que les voy a decir, estoy engordando y eso no les sirve de ejemplo. Tengo la determinación de no preocuparme más y dejar que ellas resuelvan sus diferencias. Después de todo se ponen de acuerdo para la música y yo siempre he creído que los ciclos y las etapas se viven porque hace falta vivirlos. Así, después de este pasado Lunes en el que logré ponerlas de acuerdo para tocar en Casa de Teatro (aunque solo tocaron la guitarra, una vez), se dieron cuenta de que el amor que recibieron había que devolverlo así, volviendo a escribir y haciendo las pases. Esta historia de amor da para una novela.

Bueno y les cuento que el Lunes me jacte de decir por el micrófono que había encontrado a mi público. Por fin fue todo el que dijo que iba a ir, y la Casa se lleno de buena vibra, de coros, de sonrisas y de mucha energía. Todo esto me cargó durante la noche a pesar de los problemas de sonido (que ya resolvimos para el lunes que viene). Me encantaría poder definir con palabras lo que se siente, pero es muy complicado. Ya lo he dicho otras veces, es como meterme la mano en el pecho y tocarme el corazón y hacerle cosquillitas. Gracias a todos los que fueron y espero verlos allá a todos otra vez.