Drexler de fondo y en mute mi boca. Las letras se me cuelan por la cara buscando un poro abierto y tu no avisas los temblores que de mis párpados brotan. Podría llamarte amor, podría activar con una tecla los ritos de tu cuerpo, como si me faltara una “m” después de la “t” y antes de la “o”. Y tú bailarías descalza pisando mis deseos desarmados en sílabas sueltas, y en la sala de mi casa se haría un fango de palabras, lágrimas de tinta y el sudor de los dedos de tus pies. Bombea el corazón y se me cierran los ojos separándolo todo. Soy capaz de tirarme al suelo y empezar a recoger ese libro de canciones que ya forma el suelo de mi sala y de coger mi guitarra y de esconderme detrás de tantas melodías, sin sílabas perdidas ni letras globulares. Seguiré pendiente del color de tu carne y si te sale una vocal que encaje en “esperanza” te cantaré tu historia, gramática, enlazada, de cómo se huyen los besos y se esparcen las palabras y se baila hasta que no haya más saliva que nos valga.