Filosofando
Pasamos tanto tiempo intentado ser normales. Hacemos rutinas mentales para buscar ese estado de paz interior. Estamos constantemente huyendo del dolor, forzándonos a hacer lo correcto. Yo me pregunto: ¿nos estamos engañando? Y si fuese mucho más interesante no conocernos tanto. No tenerle tanto miedo a ser distintos. Llorar, llorar desenfrenadamente y no intentar encontrar el porqué. Me imagino que sería muy dramático, pero también sería real. La paradoja está en que a medida en que aceptamos este estado de desequilibrio, encontramos el equilibrio que tanto buscamos. Aceptar nuestras imperfecciones, nuestras incoherencias, sin intentar entenderlas puede ser un poco cobarde, pero es quizás la manera más fácil de aceptar la rutina, el desamor, los fracasos y las dudas. No voy a hacer un esfuerzo para ser feliz, simplemente voy a serlo. Y cuando llore simplemente voy a llorar. Si me entiendo o no me entiendo poco importa. Es muy probable que las decisiones que no tome influyan tanto en mi vida como las que tome. Entonces no me esforzaré tanto. Seré feliz y triste. Seré a la vez. Seré.
Eso debemos tenerlo escrito por ahí para no olvidarlo nunca.
Hay que llorar, de alegría, de tristeza, pero hay que llorar. ¿Te imaginas que fuerte sería no poder llorar nunca? Un abrazo fuerte Marel.
Gracias por enseñarme a Drexler.
Aprecio desde este lado.
Es cierto que una buena lloradita de vez en cuando limpia un poco nuestro espíritu. Me encantó lo que escribiste!!!